Un ejemplo característico de cómo se usan los recursos públicos para nutrir el beneficio privado: el "rescate" de la plaza de toros de Leganes por el Ayuntamiento.
En mis años mozos, que no son tan lejanos, ser marxista obligaba a un determinado esfuerzo intelectual. Uno tenía que estudiar la composición orgánica del capital y profundizar en la determinación del valor en las sociedades capitalistas para poder desvelar de qué modo el conjunto de la estructura económica privatizaba los beneficios y socializaba las pérdidas. Es decir, cómo unos pocos, dueños de los medios de producción y de cambio, se apropiaban de la mayor parte de la riqueza que producía el trabajo del resto. La forma en que se verificaba el robo no siempre era evidente; había que demostrarlo penetrando en las tripas del engranaje del sistema.
Si alguna ventaja entraña, hoy en día, la emergencia del capitalismo mafioso y de casino en el que vivimos es que el saqueo salta a la vista, razón por la que muchos discursos propagandísticos que tratan de justificarlo se escudan en la mera, mezquina y humillante resignación ante lo inevitable. ¿Quién duda acerca del origen de la crisis actual? Una pandilla de piratas que se dedican a especular con los recursos financieros sobre los que se sustenta el sistema llevaron al mundo al borde del abismo. Y los Estados, en lugar de juzgarlos y encarcelarlos después de hacerse cargo de la situación, los salvan con miles de millones de dinero público, que ahora vamos a pagar entre todos con rebajas de salarios, pérdida de derechos sociales y extensión trágica del desempleo y de la miseria. Vamos a costearle la juerga, entre todos, a una patulea de criminales que aparte de ladrones son unos incompetentes, dueños de los llamados “mercados”, en cuyas manos dejan nuestras vidas los gobiernos que elegimos. Es sencillo de entender, ¿verdad? La pregunta es: ¿por qué nos resulta más fácil aún aceptarlo?
La dificultad hoy, pues, no estriba en comprender lo que está pasando, sino en organizar la resistencia ciudadana frente al atraco. Porque durante estos años se han comprado demasiadas voluntades, se han acomodado a las prebendas burocracias sindicales cuya obsecuencia hacia el poder roza el ridículo, se han arruinado y adocenado organizaciones políticas y sociales de izquierdas y se ha cultivado la apatía y el miedo hasta la parálisis general que puede convertirse en nuestra peor condena.
Y no es necesario elevar la vista a la crisis mundial para asombrarse por la infamia y la pasividad que mutuamente se alimentan. De arriba abajo y de abajo arriba se reproducen los mismos actos e idénticos comportamientos.
Permítanme que les hable de un caso de mi pueblo madrileño, Leganés, que bien podría tomarse por parábola de los tiempos que corren.
En Leganés hay una célebre plaza de toros conocida como La Cubierta que se construyó en suelo municipal hacia mediados de los 90 del siglo pasado y cuya explotación económica se cedió en régimen de concesión administrativa, para más de setenta años, a la misma empresa que la edificó. La empresa aportaba, en consecuencia, la construcción, amén de permitir al Ayuntamiento el uso de la plaza durante un determinado número de días al año y organizar los espectáculos taurinos y los encierros de las fiestas patronales de agosto. A cambio, obtenía la posibilidad de lucrarse tanto por la organización de eventos, y no sólo taurinos, como por la explotación de los locales comerciales adosados a la plaza. A lo largo de más de medio siglo. En suelo municipal, en pleno centro de la ciudad. Éste es el perfil característico de los negocios en nuestro país: los recursos son públicos y el beneficio es privado. Es de resaltar que en su día acordaron tanto la construcción como el régimen de gestión de la plaza de toros el PP y el PSOE, con la oposición de IU. Que los negocios unan a los dos grandes partidos por encima de la simulación teatral de enfrentamientos no es un hecho insólito, por cierto.
La empresa que en la actualidad gestiona la plaza, tras haber absorbido a la inicialmente adjudicataria a finales de los 90, se llama Asuntos Taurinos y Espectáculos SL. Por lo que parece, en los últimos años el negocio no marcha, acumula cuantiosas pérdidas y su gestión empresarial viene siendo cada vez más desastrosa. Puestos a pensar en las posibilidades de salvación de la ruina, a los administradores de la sociedad mercantil y a los responsables máximos del Ayuntamiento se les ha ocurrido la solución de siempre: que las arcas públicas paguen los platos rotos. La novedad, y no menor, en esta ocasión es que el grupo municipal de IU, en cuyas manos están las concejalías de urbanismo y de festejos, se ha sumado al “consenso”.
El asunto viene rodando por despachos y mentideros de Leganés desde hace aproximadamente dos años. Ha habido informaciones cruzadas, no siempre fiables, negociaciones, tanteos. Y, por fin, hace unas semanas, se aprobó en el pleno del Ayuntamiento una moción en la que, tras reconocer el persistente incumplimiento de sus obligaciones por parte de la empresa concesionaria, se llega a la asombrosa conclusión de que lo que corresponde es rescatar la gestión de la plaza y determinar la cuantía que el Ayuntamiento habrá de pagar a la empresa por ello. Es decir, que se pretende pagar a la empresa por librarla del lastre de la plaza de toros, cuya gestión le resultaba enormemente gravosa, y cargar con tal lastre a la ciudad, dado que, por lo visto, no hay asuntos más importantes a los que destinar los recursos de todos en estos momentos. Se ceden medios públicos para la explotación de un negocio privado y, si el negocio no funciona, se cubren las pérdidas con más medios públicos. El riesgo empresarial es un mito. Para redondear la operación, ha habido declaraciones, por ejemplo del portavoz del PP, admitiendo la posibilidad de que al menos una parte del pago a la empresa se haga con suelo municipal, algo manifiestamente ilegal.
La moción está suscrita por el PP, por el PSOE y por IU. Únicamente se opuso elconcejal del grupo ULEG (Unión por Leganes), un representante de veintisiete. Fíjense cómo, en las cosas importantes, en mi pueblo son capaces de ponerse de acuerdo.
Nada me sorprende ya ni nada espero de los dos grandes partidos de este país. El PP aún no ha dado ni una sola explicación seria del monumental saqueo de la trama Gürtel y viene entregando por fascículos la sanidad madrileña a los ladrilleros. La operación de la plaza de toros de Leganés es coherente con su deplorable forma de entender las políticas públicas. El PSOE aún tendrá la desvergüenza de recortar el salario de los trabajadores del Ayuntamiento de Leganés, para ponerse a tono con la rebaja salarial de todos los empleados públicos decretada por el gobierno del Estado con el fin de dar gusto a los especuladores financieros.
Lo de los concejales de IU, que previsiblemente respaldarán las movilizaciones sociales contra el plan de ajuste de Zapatero, es más triste. Demasiado nos hemos destruido ya en la izquierda de este país, labrando nuestro propio descrédito a fuerza de hacer lo contrario de lo que decimos. O volvemos a predicar con el ejemplo, o seguiremos predicando en el desierto hasta que en el desierto no quede, de verdad, absolutamente nadie.