Los nuevos casos de corrupción en el que se encuentran implicados tanto cargos políticos amenaza con destruir la poca confianza que a la ciudadanía le quedaba en la clase política, está siendo una bomba de relojería y el alcance de la trama y la cantidad y variedad de implicados parece no terminar nunca. ¿Ya lo sabemos todo? ¿O todavía falta algo por destapar?.
Lo más increíble de los asuntos es la llamada permanente que diversos políticos de uno y otro color están realizando a la ciudadanía para combatir la desafección política y la pérdida de confianza en, según ellos, las instituciones democráticas.
Que no se engañen nuestros políticos y, por favor, que no traten de engañarnos a los ciudadanos. La consecuencia de tanta corrupción desvelada no es la pérdida de confianza en las instituciones democráticas. O, mejor dicho, no es la pérdida de confianza en la democracia. Lo que los ciudadanos estamos perdiendo es la ingenua ilusión en la clase política. No existe más alta traición en democracia que la corrupción de un cargo político, que la indignidad del embrutecimiento de lo público. Los ciudadanos pueden soportar la ineptitud de sus políticos, pero lo que bajo ningún punto de vista debe tolerarse, y menos aún ampararse o justificarse, es el cohecho y la prevaricación de nuestros representantes. Y cuando los casos emergen por todas partes (o, peor aún, asoman sin llegar a mostrarse), no puede pedirse a la ciudadanía que aguante estoicamente, que trague con tanta basura.
lunes, 9 de noviembre de 2009
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